Quinta jornada de Liga, y en Can Barça las alarmas están disparadas, pues somos octavos en la tabla, con 7 puntos de 15 posibles. El Barcelona está a 3 puntos de los puestos de descensos, y a 4 puntos del sorprendente líder, el Athletic de Bilbao.

Es muy temprano para sacar conclusiones, pero tomando en cuenta que en una semana se van a jugar tres jornadas, la debacle del pasado sábado en el Nuevo Los Càrmenes, podría concluir en la jornada 8, cuando el Barça enfrente al Sevilla en Camp Nou. Más allá de este escenario un tanto apocalíptico, está el tema fundamental de toda esta debacle. El señalado de este naufragio es el técnico Ernesto Valverde, un entrenador, al que los aficionados no le perdonan lo ocurrido en ni Roma ni en Anfield, hace poco menos de seis meses, ni tampoco el desastre en la final de la Copa del Rey ante el Valencia. Y tras lo ocurrido en dicho escenario, Valverde es ahora ese técnico que ha perdido el crédito de los aficionados, y quién sabe, si el de la mayor parte de la plantilla. Tiene en vilo a todo el mundo partido a partido: a la prensa catalana, a la prensa internacional, y a la mayoría de los aficionados al club, que ya lo quieren fuera del banquillo culé.

Después de lo ocurrido el pasado sábado contra un sorprendente Granada recién ascendido, la pregunta que flota en el ambiente es: ¿Debe continuar Valverde en el banquillo del Barça? Analicemos rápidamente los números del técnico extremeño: En su primer año, un doblete doméstico, con el asterisco de lo sucedido en Roma; En el segundo año, un solo título: campeón de Liga, y dos asteriscos con otra debacle, esta vez, en Anfield. Sin olvidar la horrible final de Copa contra el Valencia. En la presente temporada, que está siendo un completo desastre, el temor de los críticos es que con Valverde, se está perdiendo el estilo Barça. Un estilo de juego que inició con el inmortal Johan Cruyff, y que fue perfeccionado por Rijkaard y Guardiola. Una época de un dominio total en títulos.

Con este técnico, el equipo no gana fuera de casa desde abril pasado. Hay una percepción en la prensa y los críticos del equipo, sobre que existen dos Barças: el que juega en casa, y el que lo hace fuera. Y es este último, es un completo desconocido, hasta el punto de llamarle el Barça vulgar. Si este Barça desconocido por muchos, que es casi obvio que gana las Ligas por sus buenos resultados en casa, jugara las finales de Champions y Copa también en el Camp Nou, estaríamos hablando de otra cosa, y no de debacle.

Una plantilla, que para mí es la mejor de España, y probablemente la mejor de Europa, con una delantera que cualquier equipo desearía tener: Messi, Suárez, Griezmann, y Dembélé, complementada con uno de los mejores medio campos del mundo, pero con un técnico que no es capaz de dar con la tecla. Así es por lo que vemos un equipo desconectado, escaso de liderazgo, y con poco fútbol. Todas estas carencias tienen un nombre: Ernesto Valverde, al que se le acusa de desperdiciar talento, y cuyo ejemplo más claro, es el del brasileño Philippe Coutinho, cedido al Bayern, por la supuesta llegada de Neymar. Otros dos casos, son los de Frenkie De Jong y Antoine Griezmann. Ninguno de los dos jugadores se han adaptado aún al juego del equipo, por lo que hemos podido ver en los partidos hasta ahora disputados en Liga y Champions. A Griezmann se le ha visto perdido por las bandas; el holandés, que viene de ser elegido el mejor centrocampista de Europa, también ha pasado por estos malos acomodos de Valverde en el campo.

Está claro que este Barça necesita un revulsivo, pero uno que no salga del banquillo, porque ahí tiene y de sobras, sino uno que venga desde la dirección técnica. El equipo necesita un nuevo entrenador, porque tiene una plantilla espectacular para ganarlo todo.

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