Pasadas tres semanas de la entrevista de Leo Messi, en la que el argentino comunicó su decisión de quedarse tras pugnar con el club su salida a coste cero, ayer Luis Suarez sí se marchó definitivamente del Camp Nou. En rueda de prensa, y con un ambiente tenso por la presencia de Josep Maria Bartomeu en la sala, el uruguayo expresó su profundo agradecimiento al barcelonismo y rememoró su paso exitoso por el club, evitando entrar en polémica para no manchar “su” momento pese a las intentonas de los periodistas.
Sin embargo, fue su compañero y “hermano” Leo Messi quien se encargó de prender nuevamente la mecha con una publicación en su cuenta de Instagram. “Ya me venía haciendo la idea pero hoy entré al vestuario y me cayó la ficha de verdad”, empezaba. Más tarde, entre agradecimientos, dejó varios recaditos a la actual junta directiva. “Te merecías que te despidan como lo que sos: uno de los jugadores más importantes de la historia del club, consiguiendo cosas importantes tanto en lo grupal como individualmente. Y no que te echen como hicieron. Pero la verdad que a esta altura no me sorprende nada”.
Un nuevo capítulo de desprecios hacia Bartomeu y su junta que no vienen al caso. Me explico. Así como Suárez evitó por activa y por pasiva entrar en la pelea de desconsideraciones con el presidente, al cual podía haber destrozado en su despedida, prefirió no mancharse de sangre (hizo bien) y marcharse con nobleza y agradecimiento. Lo que no debe hacer Messi es disparar nuevamente contra la directiva cuando el que lo podía haber hecho prefirió no hacerlo. En un momento tan frágil como el que vive hoy el barcelonismo, conviene unir y trazar lazos en vez de enemistar y encrispar todavía más el asunto hasta hacerlo insoportable.
Messi volvió a demostrar que prefiere hacer la guerra por sí mismo, enquistado en la pugna con Bartomeu, que hacer de capitán tratando de hacer un paréntesis en la contienda para trabajar de forma conjunta y grupal en un año que se prevé desastroso y difícil de tragar para el aficionado. Por eso me sorprende que el “10”, siempre entregado a sus compañeros y al equipo dentro del campo, actúe tan mal fuera.
Un capitán no puede refugiarse en el silencio después de una humillación histórica ante el Bayern de Múnich. Un capitán no puede no pedir perdón y aplaudir a los socios desplazados a Anfield. Un capitán no puede decir que quiere marcharse del club y luego quedarse y seguir luciendo el brazalete en el brazo como si no importara. Un capitán no sólo se despide de sus amigos dentro del vestuario, sino que lo hace con todos. Un capitán no hace eso. Duele decirlo, pero Leo Messi no merece ser el capitán del FC Barcelona.
Iker Lloveras
Colaborador
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