Montjuic albergó un partido que reflejó los momentos de forma de Barça y Girona. Mientras que los azulgranas hicieron gala de su irregularidad, falta de intensidad y contundencia atrás, los visitantes pusieron de relieve los motivos por los que este domingo dormirán como líderes en solitario. 

Repitió Xavi el once con el que le ganó al Atlético de Madrid hace una semana. Hoy era un día para confirmar las buenas sensaciones y engancharse a la Liga tras el pinchazo del Real Madrid. Pero el equipo no cumplió y ya está a siete puntos del Girona y a cinco de los blancos.

Koundé partió de nuevo como lateral derecho y Araujo en el centro de la defensa, acompañado por Christensen y Cancelo en izquierda. El centro del campo, formado por Gundogan, Frenkie y Pedri, no tuvo la fluidez de la jornada anterior y João Félix, junto a Lewandowski y Raphinha arriba, no exhibió la inspiración con la que batió a su ex equipo.

A este Barça le falta encontrar la regularidad, incluso dentro de los mismos partidos. Los primeros minutos fueron frenéticos, con el Girona embotellado en su propia mitad de campo tratando de contener los ataques azulgranas. En ese tramo de zozobra visitante llegó el primer gol del encuentro. El cuadro de Michel insistía en jugar en largo con Dovbyk, que ganó la mayoría de duelos, pero tras una recuperación de Yan Couto el brasileño encontró en largo a Tsygankov, que le regaló el tanto al punta ucraniano.

Reaccionó rápido el cuadro azulgrana en un testarazo de Lewandowski para poner el empate. Y ahí fue donde el Girona despertó. El cuadro de Michel se hizo con el balón y comenzó a desplegar el gran fútbol que ha llevado a este equipo a lo más alto de la clasificación. Combinaciones rápidas, ritmo en la asociación y paciencia para mover el bloque rival hasta encontrar al compañero en ventaja. Tras cumplir esta última premisa, Iván Martín encontró a Miguel Gutiérrez. Condujo, la defensa del Barça reculó y con un punterazo puso de nuevo al Girona por delante en el marcador.

El final de primera parte azulgrana puso de manifiesto los problemas del Barça sin balón. Desorden, poca intensidad en el repliegue y actitud mejorable en algunos jugadores. Ni rastro del sacrificio coral de aquellos futbolistas que protagonizaron aquel viral retorno defensivo en el Benito Villamarín. Todo lo contrario a un Girona que defendió junto, intercaló tramos de presión con una defensa más baja donde Eric García estuvo fenomenal. Xavi defendió en la previa la cláusula del miedo, y el partido del central habrá reforzado la idea del técnico egarense. Lo mismo sucedió durante gran parte de la segunda mitad. Equipo partido, roto, desdibujado. Así atrapó el Girona el 1-3 con un balón largo donde Stuani peinó el balón y Koundé llegó tarde para robarle el balón a Valery, que no perdonó. 

Aun así, el Barça trató de engancharse al encuentro sin recompensa. Llegó y generó, pero la falta de pegada es preocupante. Hubo hasta 31 tiros por parte del conjunto culé, demasiados como para irte a casa sin la victoria. Gundogan se soltó para pisar el área rival y, tras varias ocasiones, anotó el 2-3. Lewandowski tuvo el empate, pero Stuani sentenció en un nuevo contragolpe. La Liga se ha convertido en un sueño para el Girona y en un suplicio para los azulgranas.

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