“Esta es la primera decisión en el marco de una amplia reestructuración del primer equipo, que se hará con el consenso de la actual secretaria técnica y el nuevo entrenador, que será anunciado en los próximos días.”
Esta frase la he rescatado del comunicado que emitió el Barça tras la humillación en Lisboa frente al Bayern. Quique Setién era destituido y el club anunciaba una profunda revolución. Un mensaje claro hacia los pesos pesados de la plantilla que hacía pensar que esta sería una temporada de transición dónde los jóvenes empezarían a asumir galones y ganar confianza. Riqui parecía uno de los que saldrían más beneficiados y, tras sus buenas actuaciones en los últimos partidos de Liga, todo hacía indicar que sería importante con Koeman. Pero el holandés, para sorpresa de todos, le ha dicho al canterano que se busque equipo.
Es una decisión a la que le llevo dando vueltas más de tres horas y sigo sin comprender. No encuentro la lógica. En los dos amistosos contra Nàstic i Girona, Riqui ha sido de los mejores, y su dinamismo y descaro debían de potenciar a un Barça cansado y envejecido. Ha rechazado mil ofertas de clubes de Primera para seguir jugando en el filial y estar preparado para cuando sonara la llamada del primer equipo en su teléfono. Y, al descolgar, demostró que la espera valió la pena. Juega a otro ritmo, con una marcha más, y esa velocidad tanto mental como física se acaba contagiando. Incluso da vida al aficionado. Ver a Riqui jugar es como recibir un chute de energía. Deseas que todos los balones pasen por él, sus conducciones con el balón al pie son conmovedoras, y la agilidad y potencia en todos sus gestos suscitan un efecto instintivo para centrar la mirada en todos sus movimientos. Ha trabajado desde el silencio, sin poner un pero, con mucha paciencia y el esfuerzo parecía dar sus frutos. Pero de un día al otro, todo se ha torcido. Porque Riqui no debía ser parte de la “revolución”, tenia que ser uno de los ganadores.
Creo que Koeman ha enterrado sus pocas opciones de continuar la próxima temporada. Llegó para hacer limpieza y sólo ha conseguido imponer su autoridad con un joven que empezaba a asomar la cabeza. Suárez y Vidal, a los que les puso la cruz desde el primer día, siguen entrenando con el primer equipo. La “revolución” no fue más que un eslogan, una estrategia de marketing para vender optimismo y silenciar al sector más crítico con la gestión de Bartomeu. La de Riqui es una marcha cruel y dolorosa. Este era el año en el que debía consagrarse en la máxima categoría, pero deberá hacerlo lejos del Camp Nou. Parece que el Barça solo se reconoce en el abismo, y en vez de intentar salir de él, lo que hace es agrandarlo y aumentar esa sensación de frustración constante. Hace meses que el aficionado culé no vive un día tranquilo con su club. “Ya no hay días buenos Bart, solo días”. Los Simpson volvieron a acertar.
Adrià Regàs @arq1027
Colaborador
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