Hay algunos futbolistas que nacen destinados a destilar un fútbol especial, aquel que no sólo se ve, del cual también se aprende y te sorprende. Desde hace ya un tiempo, Pablo Martín Páez Gavira no juega al fútbol, baila con el balón.  En una época de dudas y pese a ser el jugador más joven de la plantilla, encabeza un proyecto que, en ocasiones, necesita más de todo aquello que él siempre da: carácter.

Gavi coexiste en un fútbol de comparaciones constantes: entre generaciones, entre equipos, entre jugadores, entre estilos. Todo aficionado tiene siempre recuerdos grabados a fuego en la retina, que ansía revivir con las mismas fuerzas. Esto, a veces indebidamente, repercute sobre los jugadores jóvenes. Las comparaciones en el Barça se ven en el día a día: todos son el nuevo Messi, pretendemos emular a Xavi e Iniesta o también recuperar el espíritu de Puyol en otro central.

Entre todos ellos, el número seis tampoco se salva. El andaluz, pese a haber sido objeto de comparación, empieza a presentar un fútbol tan único y propio, que está manteniéndose en un escalón de dominancia superlativa. Gavi apareció en el momento de máximas dudas para hacer un fútbol de mayores, siendo él el más joven. 

Uno de los aspectos más importantes es su condición natural de líder. El interior, además de no tener miedo para pisar las zonas de acción que más queman en las alturas intermedias, supone un apoyo y una liberación descomunal para su entorno. Formar en el once al lado de Gavi supone un apoyo físico y moral en todos los aspectos. Siempre acude para crear superioridad en los duelos, es capaz de sustituir en las vigilancias defensivas y es un gran lector para generar superioridades numéricas.

El nuevo número ‘6’ del Fútbol Club Barcelona ya es todo un ejemplo de todo aquello que los que se están formando en La Masía necesitan para triunfar: humildad, actitud y confianza, por ese orden. Gavi es la combinación perfecta entre clase y actitud, un referente tanto en sus características técnicas como en su carácter y predisposición ante el duelo.

En ocasiones, el fútbol parece sencillo. Y si dependes de Gavi, todavía más. Estos últimos meses han demostrado a Xavi que, en su Fútbol Club Barcelona, cuantos más minutos juegue Gavi, más balones toque, en más duelos participe o más protagonismo tenga, más beneficiado saldrá. Su último duelo contra el Real Madrid evidenció todo lo anterior; los de Ancelotti le buscaban e incomodaban para sacarle del partido sea como fuere, a sabiendas de todo lo que abarca.

Pese a en ocasiones tener algún que otro desliz en actitud, deberíamos proteger a Gavi como la joya más preciada del museo. Su intensidad no sólo se mide en fuerza, sino también en esa constancia, en ocasiones, invisible. Su condición de ambidextrismo con los pies le abre un abanico de infinitos escenarios en los que aparecer, echándose al equipo a la espalda cuando más lo necesita. 

El fútbol de Gavi es como el de sus bambas; desatado. Un potencial enorme que, por ciertas reglas, se ve enjaulado en unas botas. Si no fueran obligatorias, el canterano jugaría igual de bien descalzo, bailando entre rivales. Una increíble mezcla de choque y baile, que cada vez que sale al campo se deja la piel y entusiasma a todo culé que piense en el futuro.

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