Este Barça es incomprensible. Sacar conclusiones de este equipo es una tarea dificilísima, porque genera sensaciones tan dispares que hasta complican el análisis del cronista. Tras un primer tiempo esperpéntico a todos los niveles, donde el equipo azulgrana pudo salir goleado, el cuadro de Xavi Hernández dio la vuelta al encuentro en la segunda mitad y demostró que tiene vida y ganas de revertir la situación. El barco azulgrana, que ha dado síntomas de estar muy tocado, quiere seguir remando y no hundirse todavía.

Pedri regresó a la titularidad por primera vez desde agosto. Fermín, en el otro interior, y Gundogan como pivote formaban el centro del campo. Arriba, Lamine acompañaba a Lewandowski y João Félix, y en defensa Cancelo actuó como lateral izquierdo.

Primero Bryan Zaragoza en Granada, la semana pasada Barrenetxea se quedó cerca y hoy fue Omorodion quien marcó nada más empezar el partido. Como en Granada, el Barça sacó de centro y perdió el balón. Esta vez fue Gundogan. Condujo Guridi ante un Barça abierto en canal, abrió para Javi López y el delantero mandó el balón al fondo de la red. Tuvo el ariete del Alavés tres ocasiones claras más para haber puesto un 0-3 en Montjuic antes de llegar al minuto 15, pero no estuvo certero en la definición.

La afición mostró su disconformidad con la imagen que estaba dando el equipo, y los pitos asomaron en Montjuïc. El Barça comenzó a manejar el balón y ganó control, pero cada pérdida exponía las debilidades del cuadro azulgrana, tanto a nivel táctico como emocional. Porque la sensación es que los jugadores estaban siempre mal colocados, que el rival podían contragolpear con mucha facilidad y que los futbolistas azulgranas saldrían perdiendo de todos los duelos individuales. Koundé, flojísimo en una disputa contra Omorodion que casi supone un gol en contra, personificó la tristeza que irradia la plantilla desde hace varios partidos. Sin ganas, sin alma y sin fútbol. Xavi, tras la enésima ocasión del Alavés, movió a Araujo al eje de la zaga y puso al ex del Sevilla en banda.

Con balón, el Barça tampoco generó peligro. Posesiones sin amenaza, poca movilidad y con problemas para encontrar la profundidad. La mayoría de ataques se enfocaban a llevar el balón a banda y centrar. Lewandowski, tras un gran golpeo de Koundé, cabeceó para alcanzar el empate. El tanto sirvió que el equipo continuara fiando los ataques a los costados, sobre todo al son de Lamine Yamal. El canterano, siempre rebelde, sacó a relucir su descaro y estuvo cerca de anotar el segundo para su equipo.

João Félix fue sustituido por Ferran. El portugués, que trató de hacer la guerra por su cuenta, tiene un problema: querer rizar el rizo en todas sus acciones. Sus controles orientados siempre generan ventajas, pero le falta acompañarlos con una mejor toma decisiones en el último gesto, y no optar siempre por la jugada individual. Ferran, por su parte, sumó presencia en el área, y forzó el penalti que desembocó en el 2-1 tras un gran desmarque de movilidad. Esa capacidad para sumar recorridos al espacio es oro puro para este equipo. Y Lewandowski, foco de críticas y poco participativo durante los primeros 50 minutos, se fue para casa con dos goles y la ovación de la afición. El fútbol es un deporte impredecible.

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