Si nos remontamos a las primeras jornadas con Grimau en los banquillos, aún se recuerdan los reproches, críticas y quejas hacía el nuevo coach del Barça. Este, en silencio, supo aguantarlas pese su dureza. Mejoró su pizarra discretamente hasta hacerla reconocible e incluso respetada en las grandes pistas de Europa, con las previas victorias ante Olympiakos y Partizán. Hoy, día 20 de octubre de 2023, desde las gradas del Palau sólo se escuchaba, entre vítores y jolgorio, cánticos a su favor y al del equipo. Porque los azulgranas, estaban derrumbando sin piedad el temido Bayern de Munich de Pablo Laso.

Los bávaros no conseguían aturar la máquina azulgrana, que con un juego coral sobrepasaban los visitantes. La mano exterior, clave en la abultada ventaja de 16 puntos en el descanso. Los de Munich no reaccionaban pese a las ofensivas individuales de Bolmaro, y Grimau, aprovechando la poca energía del equipo alemán, sacó un sistema dónde los jugadores disfrutaban. El juego rápido, explotando espacios en el perímetro y fuertes en ambos rebotes, hacía disfrutar a los jugadores de la ciudad condal. Este juego, más loco que el de Saras, reflejaba un Barça feliz, en racha, que encontraba con pasmosa facilidad el tiro de tres y sabía aprovechar la buena mano de jugadores como Jabari o Laprovittola. Laso, se marchaba enfadado al túnel de vestuarios en la media parte, quitándose la americana como en los viejos tiempos, cuándo era el favorito del Palau. Aún se le recuerda con el mismo cariño, nótese en los afectivos silbidos y comentarios zalameros que le dedicaban hoy los espectadores del match. La bocina sonaba con 43-27 en el luminoso.

La noche en el feudo culer era redonda. Sonaba “Coti x Coti” en el descanso, y bajo las miradas de Raphinha y Alexia Putellas en las gradas, el quinteto favorito de tu quinteto favorito volvía a pisar parqué. Y aún con la notable diferencia en el marcador, el ritmo del equipo no bajaba. Los hombres seguían liberados, el juego rápido y el público eufórico componían la harmonía de una jornada redonda de Euroliga. La plantilla estaba excelente. El equipo juega sencillo, sin muchas complicaciones, pero no puede hacerlo de forma más efectiva. Ritmo altísimo, puntuación altísima, de la mano de las grandes estrellas que hoy levantaban al Palau, como el ya querido Jabari Parker, que deleitaba el público con sus movimientos de NBA. Vesely, antes de salir sustituido después de una gran actuación, recibió el majestuoso elogio del público del Barça. Y no fue solo él. Todo el equipo se sintió permanentemente respaldado por una grada, eufórica, que no quiere aún perder la imbatibilidad en el continente azul. La conexión afición-equipo fue fantástica, y culminaba el tremendo tercer cuarto de los locales, ante un Bayern ya debastado, sin ofrecer ningún tipo de oposición. Laso, cansado de desesperarse, miraba desde el banquillo el partido tal cómo un espectador más, con claros gestos de frustración en su rostro. Se cerraba el tercer cuarto con un abultado 70-40.

El último cuarto fue el esperado fin de paseo que todos anhelábamos. Con minutos para los menos habituales, el Palau seguía con su fiesta, sorprendidos por la poca oposición de los de Múnich, que tenían la cabeza en el próximo partido desde el segundo cuarto. La afición, rendida a sus jugadores, no escatimaron en ovaciones, cómo la que se mereció Willy al taponar en formato “highlight” al más que reputado Serge Ibaka. El Barça, había anotado casi 100 puntos (98), ante un Bayern que no superó los 60 (59). El recital era memorable, de los de recordar, más aún de la exigencia después de estas tres jornadas de victorias ante los dificultosos Gran Canaria, Olympiakos y Partizán.

El Barça cerraba un partido glorioso entre los “¡Que bote Pablo Laso!”, alley-oops de Nnaji y triples de Brizuela. El 4-0 ya era una realidad y el equipo no podía estar en mejor forma. Aún es pronto para valorar, pero también lo era hace un mes. Tal vez, Grimau, merece una disculpa.

Y no, Pablo Laso no botó.

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