Nunca es fácil decir adiós. En el fútbol, como en la vida, todo tiene un principio y un final. Tarde o temprano, las cosas se acaban. 

Sergio Busquets abandonará el Barça a final de temporada. No por esperado es menos doloroso. Su marcha dejará un hueco en el corazón de todos los culés, de los aficionados del buen fútbol, y, sobre todo, dejará un vacío irremplazable en la posición de pivote del Fútbol Club Barcelona. 

Ese joven esquelético y estirado de Badia irrumpió para cambiar el mundo del fútbol. Guardiola apostó por él, y Busi respondió. Desde su debut con el primer equipo, Sergio Busquets ya sacó a relucir sus mayores virtudes, su clase inigualable y su fútbol, tan alejado de lo mundano. Sobre su figura se construyó el Barça de Guardiola. Él, tan débil a simple vista, se adueñó de la posición de pivote y, junto a Xavi e Iniesta, convirtió el fútbol en poesía. 

Todos se fueron, Busi siguió. Y tras 15 temporadas en el primer equipo, muchos siguen sin ser conscientes de su importancia. Los altavoces mediáticos, ya desde hace años, se empeñan en decir que “Busquets está acabado” o que “en Europa no puede competir”. Casualmente, son los mismos que ahora festejan su marcha y piden a gritos el fichaje de Amrabat escudándose en lo “rápido y fuerte” que es el marroquí. No han aprendido nada. 

Busquets no es apto para todos. Solo unos pocos hemos sabido disfrutar del jugador más estético e inteligente que ha pisado el pivote del Barça. Mandando en la presión, siempre defendiendo hacia adelante. Único en su especie. Busi logró que una finta fuera más bella que un regate, provocó gritos irrefrenables de placer y júbilo al mover su ligero y escuchimizado cuerpo como si danzara sobre el verde, elevando su fútbol al nivel del más bello arte. 

El jugador del slow motion. El reflejo del Barça. Si Busi jugaba mal, era porque todo el equipo lo hacía. Siempre pasando por debajo del radar, alejado de los premios individuales que se centran en las figuras más mediáticas. Busquets nunca quiso la atención de las cámaras, quería jugar al fútbol. Simplemente eso. Control, pase. Levantar la cabeza antes de recibir. Orientar el cuerpo. Fintar. Pasar. Jugar. El mejor de la historia en su posición. Ahora solo nos queda darle las gracias.

Su partida significa el fin del Barça de Guardiola, un equipo que nació y muere en la figura de Busquets. Sin él, nada habría sido como fue, y nada volverá a serlo.

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