Como dijera aquel tango de Carlos Gardel, “veinte años no es nada”, precisamente veinte años desde que el ángel del futbol desembarcara en esa ciudad del arte llamada Barcelona. Es de esperar que no se finalice el ciclo con una referencia de Serrat (Locos bajitos): del Barsa a Lío: “deja de joder con la pelota”.

 Sintonía de pareceres, nombres y destinos inciertos, Rosario en la provincia de Santa Fe, Argentina acunó los primeros pasos de aquel niño, pibe, chaval que quizás en un momento de su vida, dejó las botas del balompié para calzar pinceles que darían imagen y alegría en el gigante blaugrana: Camp Nou, con todo cuanto equivale decir.

El fútbol se extiende por el mundo como un pulpo con incontables tentáculos, llega a lugares distantes, allí donde se mezclan culturas diferentes con la camiseta que en su espalda reza: “10 – Messi”, ¿qué más? Con ello se dibujan sonrisas, felicidad en rostros y corazones de millones de niños. Sea la camiseta del club catalán, la de de Argentina, el genio despierta admiración, los sueños sobrevuelan, los años transcurren.

La Masía supo ser su hogar, ¡era apenas un niño!, lejos de su familia, amigos, olores, sensaciones, pero como el pájaro que enhebra palillos para darle forma a su nido, así Lio fue dándole forma a su trayectoria: gambetas, velocidad, caños, goles…la esencia del fútbol, aquellos que vienen con el sello indeleble: fuera de serie.

Siempre vistiendo a la camiseta culé, rodeado de una generación de deportistas que pocas veces se da en este deporte, los cortesanos rodeaban al rey. Títulos, palmares, fueron colmando las vitrinas del ídolo y de la institución que le diera espacio para mostrar de que se trata jugar al fútbol, el fútbol que se torna en llave para la felicidad de las aficiones.

Lionel Andrés Messi es su nombre y apellido, bordado sobre tantos rectángulos de los más dispares estadios del mundo, aquel que es reconocido como “Lio”, “la pulga”, quien por momentos pareciera que va de caminata, que pasea sobre el césped, pero en instantes limpia rivales con velocidad y habilidad para llenar de goles a las porterías adversarias.

Cuando el astro sea recuerdo para futuras generaciones, el apellido Messi será sinónimo de goles, habilidad y los mejores momentos en la ciudad catalana. Y en este devenir de años, momentos, olvidamos que también los genios son humanos, que el calendario es inexorable aún parta ellos.

Precisamente en esos (estos) momentos es donde quienes llevan las riendas institucionales, acompañen, brinden la red de contención a quien supo brindarle lo mejor de sí, posibilidades de éxitos sucesivos, imparables, reconocimiento por tantos años de club top, en ese podio para pocos.

Con triste resignación debo preguntar: alguien me puede explicar ¿cuál es/fue/será el proyecto deportivo de Josep Bartomeu? Sucesión de técnicos, gerentes deportivos, inversión supermillonaria ¿para qué? ¿esto no atenta contra la continuidad a futuro de Lío?

No abandonen a la estrella, que de muy de vez en cuando aparece en el firmamento: fútbol de excelencia que al imperio de negocios y súper profesionalismo se va alejando de nuestro universo.

No abandonen al ídolo.

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