El Barça volvió a dejarse dos puntos para decir prácticamente adiós a LaLiga. Porque a este equipo no le vale ni jugar bien para sacar los partidos adelante. Ni darle la titularidad a Riqui Puig, que fue de los mejores del partido, ni cambiar el esquema, ni dejar a Umtiti en el banquillo. Demasiados problemas extradeportivos que crean un ambiente enrarecido, con reuniones con el entrenador mientras se filtra su posible destitución, con Arthur viajando a Turín tras empatar en Vigo y con futbolistas haciendo desplantes al segundo entrenador. Así es muy complicado aspirar a algo.

Pero el FC Barcelona saltó al césped con la esperanza de ganar y seguir apretando al Real Madrid. Griezmann volvió a ser suplente por tercera vez en cuatro partidos. Esta vez ante su exequipo. Quien sabe si el francés se arrepiente de haber cambiado Madrid por Barcelona. Como le sugirió su mujer en el famoso documental de La Decisión. “Aquí puedes entrar en la historia, allí serás uno más”. Y no fue mal encaminada. El Barça arrancó intenso ante un Atleti que quería seguir invicto desde la vuelta al futbol y afianzarse en puestos Champions. Messi botó un córner cerrado y Diego Costa acabó metiendo el balón en su propia portería con el muslo. El hispano brasileño pudo redimirse de su error minutos después en el primero de los
cuatro penaltis que se lanzarían. Carrasco dejó en el suelo Piqué y Vidal, hiperactivo como siempre, lo paró como pudo. Ter Stegen detuvo la pena máxima, pero el árbitro mandó repetir el penalti porque el cancerbero alemán tenia el talón fuera de la línea. Saúl no falló esta vez.

El cuadro culé crecía al ritmo que marcaba Riqui Puig. El canterano dio fluidez al juego y mejoró todo lo que tocó. Transmite esa energía que el equipo necesitaba desde hace meses. Indetectable para el cuadro rojiblanco, Riqui acercó al Barcelona a la frontal, pero ni Messi ni Suárez conseguían perforar la portería. El charrúa volvió a demostrar que el tiempo pasa para todos, que le pesan las piernas y que necesita un recambio de garantías.

Los de Setién siguieron con la misma tónica en el segundo acto. Semedo cayó en el área y Messi pudo anotar el ansiado gol 700. Una panenka deliciosa para que el balón entrara a cámara lenta mientras Oblak se vencía a la derecha. A pesar del gol, el Barça jugaba acelerado, y el propio Semedo provocó un nuevo penalti, pero esta vez para el Atlético de Madrid. Se repitió la escena del primer tiempo: Carrasco cayó y Saúl marcó. Ter Stegen rozó la pelota que acabó haciendo el 2-2 definitivo. El Atlético se plantó atrás para aguantar el resultado mientras el Barça intentaba encontrar un hueco que no existía. Setién y Sarabia miraban el partido sin saber qué hacer. Con Bartomeu en Valencia viendo como el equipo de baloncesto caía a
manos del Baskonia, todos los focos se centraban en el técnico cántabro. Es difícil meterse en la mente de Setién. Con problemas de autoridad más que evidentes, sabe que tocar a ciertos jugadores puede suponer la guillotina definitiva. Llegó para “dar un impulso”, como dijo Abidal
en su presentación, que los pesos pesados han conseguido detener. Busca sobrevivir en un barco que se hunde poco a poco.

Griezmann acabó entrando en el tiempo de descuento tras pasar más de cuarenta minutos calentando. El francés es el fiel reflejo de la temporada del FC Barcelona. De la ilusión inicial a la decrepitud actual. Llegó como la solución y ha terminado siendo un problema. Villarreal será la última bala en la recámara para pelear por una Liga que ya va tiñéndose de blanco.

Adrià Regàs @arq1027

Colaborador

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