Un Barça alienado de la realidad bailó sobre el infierno que se va apropiando, poco a poco, punto a punto, del Estadio Martínez Valero. Los azulgranas, sin esforzarse en demasía, arrasaron a un Elche que empezó con fuerza el encuentro, pero se fue diluyendo con el paso del tiempo. El líder destacado de la liga solventó con una facilidad insultante el reto con trampa que supone enfrentarse al colista de la competición. Porque los equipos más desesperados, aquellos que pese a ver tan cerca el final siguen acelerando como si no hubiese fin, son los más peligrosos.

Y así lo demostraron en los minutos iniciales. Con suma valentía desacomplejada, los pupilos del nuevo técnico Beccacece tantearon el área de Ter Stegen, pero con pobre acierto. Los azulgranas, que contaban con la novedad de Eric Garcia en el pivote, despertaron de la mano de un Gavi superlativo. En cualquier duelo, cualquier disputa, el -otra vez- ‘30’ del Barça interrumpía con fiereza para imponer su ritmo sobre el partido. A contracorriente, el canterano trataba de enchufar a sus compañeros, combinando entre líneas con un Ansu impreciso y un Lewandowski aislado del juego.

El balón parado desmelenó a un Barça austero, de esfuerzo mínimo, pero con un acierto atronador. Cuando el juego no ayuda, el talento natural de los futbolistas sale a relucir para decantar la balanza al lado azulgrana. En el minuto 19, un centro lateral de Jordi Alba, combinado con la sutil dejada de Araujo y la rematada certera, como si de un swing de golf se tratará, de Lewandowski abría el marcador. El polaco celebró aliviado; en lugar de la euforia que prosigue al gol, el 9 azulgrana sintió como el peso de llevar tres jornadas sin marcar desparecía de su espalda. Tras el gol, el Barça olió la sangre de un rival malherido, casi sentenciado en liga, y se volcó al ataque. El peligro aparecía en todas partes, con Gavi comandando el centro del ataque. De sus botas nacería la jugada más clara del primer encuentro: al filo del descanso, tras vencer el enésimo balón aéreo del partido, el menudo centrocampista se sacó de la nada una magistral asistencia a Koundé, que recibió solo en el segundo palo. El central francés, poco habituado a este tipo de acciones, impactó el balón en el defensa rival.

La redención de Ansu

El Barça salió al segundo tiempo decidido a cerrar el partido. Consciente de lo que se jugaba el rival y lo que se jugaban ellos mismos, los azulgranas mataron el partido en un abrir y cerrar de ojos. Sin compasión y sin ningún tipo de lujos ni exhibicionismos, los de Xavi Hernández sentenciaron y golearon a un colista que agoniza en primera división.

El primero de los tres goles que llegarían en la segunda mitad fue un gol nostálgico. Un gol que te rasga el corazón y te susurra al oído que el tiempo pasa, y que tanto tu como Ansu Fati ya no sois los mismos de hace tres años. El 10 del Barça recogió el balón en mitad del campo y comenzó su carrera hacía el área rival. En esa carrera huía de rivales, de las declaraciones de su padre, de las críticas y de las expectativas. De las malditas expectativas que siempre acaban truncando la realidad. Porque la realidad es que Ansu ya no es lo que nos imaginamos en aquel inició de temporada en 2020. Sus gestos son más lentos, su toma de decisión más desacertada y su olfato goleador parece estar resfriado. Pero por un momento, por un bellísimo instante, en el Martínez Valero volvimos a deslumbrar a ese Ansu de 2020. A aquel precoz delantero que nos enamoró a base de goles. Con un potentísimo disparo cruzado, Ansu batió a Edgar Badía, despertando algo en nuestro interior que creíamos olvidado.

Tras el gol de Ansu, el partido desembocó en fiesta para los otros dos delanteros, Lewandowski y Ferran Torres, y en puro tramite para la zaga azulgrana. Tras una gran presión del inagotable Gavi, el nueve polaco quedo mano a mano con el meta ilicitano, al que sentenció con facilidad con un potente golpeo. Ferran cerró el partido en el minuto 70, desde la media luna colocó el balón de forma delicada hacía el palo largo de un Edgar Badía superado por la espinosa situación del equipo. El extremo azulgrana, a diferencia de sus dos compañeros, no sintió el alivio del gol, sino la rabia que empuja al delantero a reivindicar su figura ante la furibunda critica recibida.

Lo intentó el Elche sin acierto en los últimos compases ante el muro que ha formado Ter Stegen en su portería, convirtiendo lo extraordinario en rutina; mantener la portería a 0 como norma y no como objetivo. Los azulgranas acarician la liga con las yemas de los dedos, aumentando la distancia en 15 puntos con el segundo clasificado sin sobresaltos ni sobresfuerzos.

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