Como Benjamin Button, Masour Ousmane Dembélé es una caja de sorpresas, que además parece mejorar con el tiempo. Una moneda al aire que nunca sabes a ciencia cierta de qué lado caerá. Irregular y efectivo. Incapaz pero voraz. Vital pero secundario. Necesitado pero autoritario. Cuesta describir el paso del francés por el Fútbol Club Barcelona, que cada día nos sorprende con una nueva imagen de futbolista.

Lo que es seguro, es que ha pasado de joya a realidad. Y también, que es innegable su actitud -especialmente la más actual-. Posiblemente es uno de los futbolistas que se haya llevado una de las peores caras del fútbol; las lesiones. Y además, coincidiendo con una de las peores épocas en el club. Sumado a un clima enrarecido y crítico, Ousmane nunca las ha tenido todas consigo.

Pese a todo, en los últimos meses parece que todo está empezando a cambiar. Aunque de Ousmane parecemos saber entre todo y nada, este inicio de temporada nos ha presentado un Dembélé como nunca le habíamos visto; integrado, a tono, motivado y al 100% físicamente.

Ousmane es un futbolista, como infinidad de otros, necesitado de contexto. Un arma impecable pero no incondicional en su efectividad. Un jugador que, en esta segunda temporada con Xavi Hernández al mando, se le han encargado tareas enormes. No solo sobre él, pero sí a especialmente por el fútbol de Ousmane nacían, transcurrían y aceleraban un gran porcentaje de jugadas.

El resultado; incierto como él mismo. Ousmane siempre ha sido un futbolista irregular, y más cuando se le cargan responsabilidades con las que nunca creció antes de llegar. Y esto nos ha servido para darnos cuenta de que el francés es un arma única en el mundo del fútbol, pero que su fútbol no puede liderar el planteamiento de juego. Ese plus que necesita el equipo en la Champions League contra grandes plantillas y técnicos no ha llegado por ese fútbol vertical.

Un equipo campeón es un equipo que se conoce, que sabe tanto qué necesita él mismo como qué no quiere el rival. Que se aprovecha de sus rachas, sus ventajas y desventajas, y confía en sí mismo para medirse en cualquier duelo. Al Barça le falta ese último paso, y la Champions League se lo ha demostrado.

Y esto no pone en duda su condición; si acudimos al mercado, podemos encontrar muchos futbolistas de su perfil, pero ninguno de su naturaleza. El de Vernon es rápido, explosivo, inteligente, potente y con una sutileza técnica a altas velocidades que pocos pueden manejar. Xavi ve en Dembélé un potencial único, y no se equivoca. Pero sin duda, no puede ser la pieza angular por la que se tomen la gran mayoría de decisiones.

A Dembélé se le han entregado las llaves del equipo los días grandes, y ha demostrado ser un jugador tan capaz como necesitado. Su versión varía en demasía dependiendo del lateral que le acompañe, las decisiones de los interiores para abastecerle o la idea defensiva del rival. En ese mismo sentido, el Barça ha cometido un error de planteamiento; presenta sistemas asimétricos que no pluralizan armas, sino que lo termina volcando todo sobre Dembélé. Y ese contrapeso, no le hace bien.

Y este caso en concreto es curioso, porque habla mucho y muy bien de Dembélé. Un futbolista que ha sabido rehacerse a base de trabajo, y que tiene al equipo en una posición espectacular en liga. Eso sí, al Barça todavía le queda sacar esas puntillas. Y salvo en ocasiones contadas en las que el francés se exhibe, el Barça se ha estampado contra un muro invisible en Europa.

Si la naturaleza en el juego de Dembélé parece ser irregular, así mismo es lo que de momento vemos en el Barça. Un reflejo que necesita más estabilidad.

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