El Barça no logró pasar del empate contra el Paris Saint-Germain pero cuajó un gran encuentro y puso contra las cuerdas al conjunto parisino

El FC Barcelona no se rindió en ningún momento. En la vuelta de los octavos de final de la Champions League el conjunto de Ronald Koeman tenía que igualar o remontar un 1-4 en contra para tener opciones de llegar a cuartos de final, un hecho que no sucedió pero que realmente no se quedó tan lejos.

El marcador de 1-1 refleja que el Barça no tuvo opciones reales de clasificarse, pero la verdad es que sí las tuvo. En la primera parte el equipo azulgrana arrolló a un PSG intimidado y lo más importante, transformó el dominio en ocasiones, pero no supo materializarlas. Y al final en el fútbol lo que cuentan son los goles.

Si hace una semana le hubieran dicho a los culés que tendrían las oportunidades necesarias para remontar, no se lo hubieran creído. Pero más allá del resultado final, el Barça tuvo la remontada en sus manos o, mejor dicho, en sus pies. Ni los más optimistas imaginaban un partido como el que se disputó, donde el PSG apenas presentase oposición, el Barça jugara muy bien en todas las facetas y que tendría 4 o 5 ocasiones claras de gol para certificar una de las mayores remontadas de la historia de la competición. Curiosamente el partido fue exactamente así.

Dembélé pudo ser el hombre decisivo, podía haber metido tranquilamente un hat-trick, llevarse el balón a casa y acabar con las críticas. Era su oportunidad para ganarse a todos los blaugranas y olvidar los años de lesiones o el dinero que costó. Sin embargo, desaprovechó su momento. El francés tuvo hasta 5 ocasiones manifiestas de gol, 3 mano a mano, un chute dentro del área que mandó al quinto anfiteatro y una en la segunda parte que “solo” tenía que meter el pie y empujarla.

Por no hablar del fallo de Lenglet al cometer penalti que dejaba al equipo sin poder permitirse más errores en defensa si querían seguir vivos y luego, el golazo de Messi para igualar el marcador y reaccionar rápido al tanto del PSG. El Barça volvía a confiar.

Y, finalmente, el penalti decisivo. Lo lanzó Messi, la paró Keylor y la mala suerte envió el balón al larguero. No tocaba, no era el día, parecía que la pelota no quería entrar, me recordó un poco al 0-0 del Barça en Lyon en los octavos de la 18/19.

Pero lo más interesante es que después de dar al larguero, Verratti despejó el balón a córner. Y casualmente Verratti entró en la media luna del área justo antes de que Messi lanzara el penalti. Por lo tanto, el penalti debió haberse repetido. No hay que escusarse en la polémica, pero sí se hubiera repetido el penalti y el conjunto capitaneado por Messi se hubiera ido ganando al descanso y a 2 goles de la prórroga, quizás otro gallo hubiera cantado.

Aun así, el Barça lo siguió intentando, pero con menos asiduidad. Pochettino supo reajustar al equipo y a los azulgranas les costaba más, no generaban tanto peligro y el PSG vivía más tranquilo en su propio campo.

El choque nos dejó dos cuestiones: la primera es que ni el PSG era tan bueno como lo pareció en la ida y la segunda es que el Barça ha demostrado que, si quiere, puede. Lo único que falta es regularidad a ese juego y, sobre todo, a esa actitud y esa garra que es lo que se le pedía al equipo en todas las recientes debacles que han sufrido los culés.

Joan Hernández

Colaborador

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