En el artículo de la pasada semana (“Qué no les embauquen”) hablábamos del caso Setién. Este episodio no debe repetirse jamás. La próxima directiva debe haber tomado nota y si se vuelve a dar, Dios no lo quiera, la misma tesitura, no “tropezar de nuevo con la misma piedra”. No podemos olvidarnos sin más, y volver a caer en lo mismo.

El Barça no es un equipo pequeño como para permitirse ir cambiando de entrenador en una misma temporada, ¨a ver si la acertamos con alguno y nos salva¨. Todo evoluciona, el profesionalismo de hoy día en el fútbol, tampoco es el de los años ochenta o noventa donde entrenadores como David Vidal hacían de bomberos a media temporada con verdaderos milagros, en algunas ocasiones. De paso, nos divertían con sus ademanes y declaraciones. ¡Qué carajo!

Pero es evidente que poco queda de aquel fútbol, romántico eso sí, y del que algunos aún tenemos nostalgia. No todo cambia a veces para bien. De todos modos, la realidad es la que es. En aquellos momentos, un tipo sentado en un balón exclamaba:” Charlie… ¿tienes ganas de jugar hoy?”, para montarse luego, un entrenamiento a medida… ¡y coño! mientras que, de esa guisa, Vidal hacía de salvavidas de equipos humildes, el tipo sentado en el balón y su entonces amigo Charlie nos hacían tocar el cielo. Todo con ese “amplio” organigrama y medios. Ganábamos y hacíamos un fútbol de ensueño.

El “yo no dejo de cenar por ver un partido del Madrid” que exclamaba el tipo sentado en el “bolón” ha dejado paso, a un ejército de analistas, scoutings y demás que saben hasta latín. Saben tanto de fútbol como de tecnologías. Lo controlan todo. Parece ser que no se les escapa ningún secreto del equipo rival, ni un jugador top de cualquier liga. Luego ya a la práctica… es otro cantar. A veces la letra va por un lado y la música por otro.

La cantidad de efectivos trabajando en la dirección deportiva, más el cuerpo técnico de turno, contrasta con el tipo sentado en el esférico que a veces llevaba un chándal diferente al “chándal pijamero” que lucía el resto del equipo. También difiere de su amigo que no parecía tan estresado, para nada, como los técnicos de hoy. Solo tenía un problema grave. No sabía cómo decirle a su hijo que debía ir al colegio, cuando él iba a “jugar”.

Sin tanta estructura se fichó, por citar solo a los extranjeros a gente como Koeman, Laudrup (estos conocidos ya) y a un desconocido Stoichkov. Esto sí que tuvo mérito. ¿Quién le conocía un año antes?

Hoy con toda la profesionalización, modernización y supuesto control de todo, no puede ser que si el Barcelona decide prescindir de un entrenador a mitad de temporada, ¡o cuidado!  por larga baja médica de este (también nos ha pasado), debamos acabar con la medida que se improvisó la pasada temporada. Aunque se siga repitiendo una y otra vez en los demás clubes.

Una solución que puede haber al respecto es la de un técnico interino. Sí, parece mentira que con las megaestructuras en cuanto a dirección deportiva que atesoramos, esta figura no esté contemplada.

El perfil del técnico interino debería ser alguien de la casa (aspecto innegociable), con años de experiencia que conozca hasta el último rincón, respetado por los futbolistas y que en caso de apuro, pueda coger el equipo, sin otra pretensión, que llevarlo hasta final de temporada con el mínimo de sobresaltos. Luego volver, sin más, a sus tareas que también deben estar bien definidas. Por tanto también alguien veterano.

Que ya tenga sus deberes personales hechos, al ser de la casa conocerá, de primera mano, a los canteranos que le puedan ser de ayuda, si los hay en ese momento, y sin inútiles gestos, cara al tendido  en ese sentido. Que sea siempre el mismo, que no lo cambiemos dependiendo del viento que sople. En definitiva una figura respetable dentro del club. Con mucho que decir, pero siempre bien lejos del entrenador del momento. A este hay que dejarlo trabajar y confiar en él. Para ello la elección no puede ser impulsiva. Tampoco hemos de acudir, en caso de necesidad,  a desquebrajar al Barça B, de paso “quemando” a su entrenador y que a los dos días deba abandonar hasta el club. Esto también es improvisación.

A éste, si le ponemos en el primer equipo ha de ser para quedarse. Porque entendemos que ha de ser el entrenador del Barça, como ocurrió con Guardiola, si no, ya está bien donde está. Vamos que el perfil es el de un Reixach, en toda regla, pero adecuado al profesionalismo y exigencia de los tiempos modernos. Cómo todo ha evolucionado, deben hacerlo también las estructuras, eliminando puestos inútiles y creando nuevos, para afrontar venideros retos y no caer en los mismos errores.

Por otro lado, es cierto que en el Barça cesar al entrenador a media temporada, es un fracaso estrepitoso de la dirección deportiva. También del propio entrenador, por carecer de personalidad y aceptar una plantilla que no sea lo suficiente competitiva. Y otra cosa señores, tampoco podemos comulgar ya con aquello de “las valoraciones a final de temporada”. Esa respuesta ya no se puede permitir. Cualquier desviación en el camino, en cuanto antes se reconozca y ataje, más fácil es de solucionar. Si esperamos al final, a valorar y actuar, podemos pasarnos  años, sin acercarnos siquiera al objetivo. Esto con la estructura de un balón y dos tipos, pase. Con las estructuras de hoy, no puede colar, de ninguna de las maneras. Se debe ejecutar con agilidad y rapidez. Conste que no incito con esto a cambiar de entrenador alegremente.

El acierto con la dirección deportiva, para evitar todo esto,  es de vital importancia. Ahí volvemos la vista, de nuevo, a la capital hispalense y vemos un ejemplo de acierto. Nosotros la última década, desde la marcha de Txiki Begiristain no podemos decir lo mismo.

Y volviendo a la posición que nos ocupa, en este aspecto como en muchos otros en la vida, en cuanto al entrenador interino, cierto es aquello de “más vale tonto conocido que sabio por conocer”.

David Guillén

Colaborador

Fundación Eric Abidal

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