El lateral derecho era una posición que el Barça debía reforzar con claridad. Una demarcación que requería con urgencia un jugador de garantías tras muchos intentos fallidos. Se probaron jugadores de todo tipo, pero ninguno fue capaz de asentarse en el once. La llegada de Cancelo, que debía resolver ese problema, sumaba además un jugador total que podía adoptar diferentes roles en el campo. Y fue ante el Porto, como lateral izquierdo, donde floreció todo su fútbol para echarse el equipo a sus espaldas y llevarlo hasta la siguiente ronda de la Champions.

Iñigo ha venido para quedarse. Xavi se ha decantado por el vasco en detrimento de Christensen, que ha cogido un papel menos relevante tras el gran rendimiento que dio la temporada pasada. Koundé lo acompañó en el eje de la zaga, con Araujo en derecha y Cancelo en el otro costado. Iñaki Peña ocupó de nuevo la portería y arriba Lewandowski, acompañado de Raphinha y João Félix.

Si el de hoy era un partido para recuperar confianza, sensaciones y buen juego, el Barça solo pudo hundirse en los problemas que lleva tantos partidos arrastrando. La primera media hora albergó todos los males que persiguen a este equipo. Desorden en el campo, incapacidad de hacer daño en ataque posicional y sufriendo mucho en la defensa del área. Las mejores ocasiones azulgranas llegaron en transición a través de un Raphinha, activo atacando al espacio pero desacertado en metros finales, y siendo muy vertical.

Gundogan no está. El alemán llegó para darle mucho más talento al Barça en el centro del campo, pero está muy lejos del nivel que maravilló en Manchester, y sus declaraciones tras la derrota en el Clásico pueden pasarle factura. Su fútbol no acaba de ser dinámico, no suele estar bien colocado y en tareas defensivas resta más que suma. El gol del Porto llegó tras una pérdida. Y Frenkie y Pedri, cuyas ausencias podían justificar el mal momento del equipo, tuvieron graves problemas para conectar y darle calidad a las posesiones.

El Barça sufre con cada contragolpe rival. Sabe que correr hacia atrás le hace daño, pero de corregir el problema lo va agrandando semana tras semana. El Porto, con un balón largo y una cadena de malas decisiones de la defensa azulgrana, se plantó en el área. Iñaki Peña ya había tenido que intervenir unos minutos antes y lo hizo de nuevo, pero el rebote, que cayó a los pies de Pepé, fue para dentro. Y Koundé, que quiere jugar como central, no está dando argumentos para mantenerse en esa demarcación.

Cuando el equipo no carbura, el talento individual suele imponerse para dar las soluciones que el colectivo no consigue generar. Cancelo atrapó el empate unos pocos minutos después del gol recibido. El portugués, que no acababa de encontrarse en los últimos partidos, fue el mejor. Imaginativo, con desborde y generando peligro por pura calidad individual se sacó de la chistera un gran gol. Desde su creatividad el Barça finalizó el primer tiempo trenzando buenas acciones que nacían de las botas del portugués.

Su inspiración no hizo sino crecer tras el descanso. Sus compañeros lo buscaban en largo, controlaba y retaba a su par sin cesar. Cancelo ponía el sentido entre tanto desorden. En una acción de este tipo le regaló el gol de su tocayo, João Félix, para poner el 2-1 que mete al Barça en octavos.

Los fantasmas acecharon, pero fueron sacudidos, en gran parte, por João Cancelo. Al final vino para esto.

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