La derrota duele, siempre. Y más si es en el Camp Nou, contra el Real Madrid y en las semifinales de Copa. Una remontada de los blancos era más que posible, teniendo en cuenta las sensibles bajas del Barça y el corto resultado de la ida no era descabellado pensar que, los de Ancelotti, podrían pasar a la final. Pero la dimensión de la caída no era, para nada, esperable. 

Xavi salió con lo que tenía disponible, y los primeros 45 minutos no fueron malos. El Madrid de los “cromos” apretó a tramos, pero el Barça supo controlar el juego y, aunque no generó demasiado, tuvo el partido dominado. Sergi Roberto, imitando el rol de De Jong, estuvo muy participativo, moviéndose cerca de Busquets y en campo rival, pero, como le suele suceder al neerlandés, no generó ocasiones peligrosas y ralentizó muchas de las posesiones que corrían por sus botas. Sergi Roberto es un buen futbolista, pero el juego del equipo no puede crearse a partir de él. Del mismo modo, Kessié estuvo acertado en varias acciones en la primera parte del encuentro. Recibiendo lejos del área propia y con el campo de cara, el marfileño es capaz de dejar destellos de calidad y atreverse con algún pase incisivo. Pero nada más lejos de la realidad, ni Kessié ni Sergi Roberto tienen el nivel para ser interiores del Barça. 

Todo lo que el equipo blaugrana había construido durante el primer periodo se derrumbó con el gol de Vinicius, justo antes del pitido final de Martínez Munuera. Y, ni Xavi, ni el descanso, lograron revertir un partido que el equipo perdió, primero mentalmente, y luego en el terreno de juego. 

La segunda mitad fue anticompetitiva: Koundé y Marcos Alonso entrando blandos y a destiempo. Lewandowski perdido entre centrales y negado (otra vez) de cara a portería. Raphina tan insistente como incapaz en el regate. Kessié cometiendo un penalti absurdo. Araújo viéndose superado por Vinicius. Gavi embriagado de impotencia y Busquets llegando tarde a todas las presiones. Y si el Madrid huele sangre, no perdona. En 10 minutos, los blancos se pusieron 0-3, sentenciaron la eliminatoria y dejaron ver las vergüenzas del equipo de Xavi. Cierto es que el resultado puede ser abultado, pero lo podría haber sido más si los merengues hubieran estado más acertados de cara gol. 

Es difícil analizar el partido separando lo emocional de lo futbolístico, porque, como de costumbre, va de la mano. Las secuelas sentimentales que tiene el equipo de las derrotas contra Benfica, Bayern, Eintracht, Inter o Manchester United (por no hablar de los jugadores que también vivieron Roma o Liverpool) aparecen siempre que el Barça se ve por detrás en el marcador. Xavi tiene mucho trabajo por hacer en el aspecto emocional, pero también en el táctico.

Es más que evidente que el equipo carece de talento interior y faltan jugadores determinantes arriba, pero ¿no hay plantilla para aspirar a más y jugar mejor? Hubo un momento donde todos pensamos que sí, pero, otra vez, como ha pasado recientemente cuando hemos jugado contra los grandes de Europa (dejando de lado los dos últimos clásicos), parece ser que no. 

Otro golpe de realidad más para el Barça, que sirve para ver realmente en qué punto de reconstrucción estás, para dar más valor aún a la Liga que (probablemente) se ganará, y para analizar qué le falta al equipo (¿y al staff?) para que el club vuelva a estar donde merece.

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