En el mundo del fútbol abundan los prejuicios. Nos gusta poner etiquetas, definir a los jugadores en función de nuestro criterio. Analizar más allá de lo que insinúa un futbolista por su aspecto es una tarea cada vez menos frecuente. Encasillar jugadores en base a su apariencia se ha convertido en rutina, y esa actitud genera un techo invisible que limita e infravalora el potencial y las condiciones de muchos jugadores.

Nico González ha irrumpido para romper prejuicios y poner de manifiesto que un jugador corpulento e imponente no tiene que ser, solo, un jugador físico.

La primera impresión que seguramente genera Nico, sin verlo jugar, es la de un jugador tosco con el balón y lento en el giro. Un futbolista de trabajo, que abarca mucho campo y que destaca en el robo. Un centrocampista más enfocado a realizar labores defensivas que a participar en la construcción de juego.

Sin embargo, basta con verlo jugar unos pocos minutos para que esos estigmas salten por los aires. No solo cumple con los atributos ya comentados, sino que les añade una calidad y una creatividad que lo hacen un futbolista completísimo.

Nico es todo lo contrario a lo quesugiere su físico. Con el balón tiene agilidad para sortear rivales y superar a través del giro, gran visión de juego y calidad para filtrar pases. Tiene una técnica depurada en espacios reducidos y se desenvuelve en ellos como el jugador más liviano.

Además de sus grandes cualidades, Nico también ha demostrado tener una madurez extraordinaria. Recién cumplidos los 20 años, no le pesa el hecho de vestir una de las camisetas más exigentes del mundo. Juega con el temple de un veterano, y no le importan ni el rival ni el escenario para ser determinante. Tiene una tranquilidad encomiable para retener el balón, salir airoso de situaciones comprometidas y regalarse su propio espacio para tener tiempo y escoger la mejor opción.

Asimismo, hace de esa presión un aliciente para crecer. Compartir el centro del campo con Busquets o Frenkie De Jong puede ser un problema a la hora de no querer asumir riesgos. Nico podría buscar el pase fácil o ceder responsabilidades a sus compañeros más veteranos para evitar problemas. Pero no le importan las jerarquías. Si hay una línea de pase difícil, arriesga. Si tiene metros para conducir, no se lo piensa dos veces. Y si puede dejar algún detalle técnico, ya sea en forma de control, pisada o regate, lo hace. No tiene miedo a un posible error.

Esta temporada está siendo una de las más complicadas del Barça en los últimos quince años. No sólo a nivel de resultados, sino también a lo envuelve al plano más táctico. Hay muchos problemas de juego que resolver y necesidad de encontrar una estructura sobre la que crecer.

Nico es como aquel amigo al que acudes cuando tienes un problema, porque sabes que lo va a solucionar. La diferencia es que el gallego no necesita la llamada de nadie para detectar los fallos e intentar solventarlos.

Si al Barça le falta profundidad en ataque, rompe al espacio. Si el equipo no tiene desborde por fuera, Nico gana línea de fondo. Si hace falta una referencia entre líneas, González se ubica en esa zona. Si el Barça tiene problemas para sacar la pelota desde atrás, baja unos metros para ser un apoyo.

Y, por si fuera poco, Nico también ayuda a la hora de defender, sacando a relucir la faceta que se le intuye por la anchura y altura de su cuerpo. Aquellos estigmas que se le presuponen. Gana duelos por puro físico, es imparable en el cuerpo a cuerpo, roba, va al suelo y por arriba es muy fiable para cortar la salida en largo del rival.

Nico es presente y futuro. Ya está inscrito como futbolista del primer equipo y se ha asentado en una de las posiciones más complicadas y más exigentes. Los estigmas que lo acompañaban se han esfumado y ha demostrado estar más que preparado. Ahora solo queda sentarse y disfrutar de uno de los talentos más potentes que ha generado La Masía en los últimos años.

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