Clément Lenglet llegó al FC Barcelona sin hacer mucho ruido. Fue considerado como un fichaje más, como un jugador joven que venía para dar descanso a Piqué y Umtiti.. Sin embargo, tras sólo dos temporadas en el Camp Nou, ya se ha convertido en uno de los mejores fichajes de la última década.

Lenglet llegó a España de la mano de Monchi. El director deportivo del Sevilla puso el ojo en el siempre atractivo fútbol francés, destacado por la  constante aparición de talento joven, y no dudó en pagar cinco millones por un central de 21 años que esa misma temporada había debutado con el AS Nancy en Ligue 1. A pesar de su corta experiencia en la elite, rápidamente se hizo un hueco en el once titular del Sevilla, y su condición de indiscutible  quedó afianzada de inmediato. Con el paso de los partidos empezaba a dar muestras de gran central, y su consagración llegó en Old Trafford.

El Teatro de los Sueños albergó un Manchester United-Sevilla de octavos de final de Champions. Tras el 0-0 en el Pizjuán, el cuadro de Mourinho debía ganar a los andaluces si quería estar en el bombo de cuartos. El Sevilla dio la sorpresa y dos goles de Ben Yedder eliminaron a los “Red Devils. El delantero acaparó todos los focos con su gran actuación, pero el otro gran protagonista de la gesta sevillista tiene nombre y apellido: Clément Lenglet. Fue su primera Gran Noche. El francés se mostró imperial durante todo el encuentro, exhibiendo una seguridad y solidez impropias de un jugador que apenas asomaba la cabeza en la élite. Anuló por completo a un Romelu Lukaku que, actualmente, se ha ganado la etiqueta de “indefendible” gracias al buen manejo de su físico para sacar ventajas. El belga se ha destapado como uno de los grandes arietes del continente desde que llegó al Inter, pero Lenglet no dio opción al entonces ‘9’ del United de hacer gala de su mejor virtud.

Sus buenas actuaciones despertaron la atención del Barça y recaló en el conjunto culé en verano de 2018. Las constantes lesiones de Umtiti le abrieron las puertas de la titularidad y fue cogiendo notoriedad hasta el día de hoy en el que se ha convertido en una pieza fundamental en el once del Barça. Forma con Piqué una de las parejas de centrales más en forma del mundo. Siempre cumple, corta ataques rivales con una facilidad insultante y le roba el balón al contrario con la astucia de un carterista.  La discreción es uno de sus puntos fuertes y sabe sacarle provecho. Nadie se percata de su presencia hasta el día en que no está. Es como un actor que quiere estar alejado del protagonismo pero que acaba resultando imprescindible.  Su carácter no casa con el estereotipo de futbolista de talla mundial. Transmite la sensación de ser como un trabajador cualquiera: llega al trabajo, presta sus servicios y regresa a casa con la tarea hecha. Lenglet nunca se irá a dormir intentando corregir errores porque no los comete.

El francés domina todos los registros del libreto del buen central: colocación, anticipación, gran lectura de juego  y buena salida de balón. Sin embargo, nunca se le otorga el reconocimiento que merece.  Su talante introvertido y calmado provoca que su trabajo siempre quede en la sombra. Cuando marca no celebra los goles en exceso, nunca se queja, nunca protesta, nunca pone un pero. Es un jugador distinto. Entiende que para jugar bien al futbol no hace falta demostrarlo sino, básicamente, jugar. Tal vez quiera seguir viviendo en silencio, trabajando sin hacer mucho ruido. Jugadores así ya no quedan, y ya es hora de valorar el trabajo de Lenglet en su justa medida. Jugadores así, siempre en mi equipo.

Adrià Regàs @arq1027

Colaborador

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