Hace apenas unas semanas, el fichaje de Georginio Wijnaldum por el FC Barcelona parecía estar al caer. Se decía incluso que ya existía un acuerdo verbal entre el jugador y el club azulgrana. El futbolista del Liverpool, protagonista del cabezazo imposible que supuso el tercer gol de aquella fatídica noche en Anfield, llegaba a coste cero al Camp Nou con el compromiso de adaptarse al salario posible en las circunstancias que corren.
Koeman ataba así a su tercera incorporación, junto al retorno de Eric García y la sorprendente llegada del “Kun” Agüero. El que era petición expresa del técnico neerlandés junto a su compatriota Memphis Depay, finalmente dio media vuelta rumbo a París. Nadie lo esperaba, pero tratándose del PSG, toda jugarreta es posible. Ya pasó con el “no” fichaje de Rabiot, Verratti o Marquinhos, o con el “caso” Neymar, y ahora Wijnaldum se suma a la lista de los “casi culés” que acaban quedándose con el atractivo futbolístico y de bolsillo de los petrodólares.
Leonardo, director deportivo del conjunto parisino (discutido en su puesto, por cierto), dobló el salario ofrecido por el FC Barcelona al futbolista en un arrebato de codicia y con algo de mofa sobre los intereses del club azulgrana. Siempre está bien reforzarse si encima aprovechas para hurgar en la herida de tu enemigo, debió pensar Leonardo. WIjnaldum firmará en París hasta 2024 y cobrará alrededor de los diez millones entre la ficha y la prima por llegar libre. Poderoso caballero es don dinero.
Pero el salario en sí no es el único motivo que desequilibra la balanza a favor del club parisino. Wijnaldum, internacional neerlandés de 30 años que acaba su etapa en el Liverpool después de consagrarse como un jugador de cierto caché, está seguramente ante lo que es su último gran contrato. Además, el cartel del Camp Nou en Champions ya no es el mismo que hace unos años, con tantos fracasos de por medio, y el PSG es precisamente un equipo “emergente” en la pelea por este título, siendo semifinalista en esta edición y finalista en la pasada.
También debe ser atractivo para algunos vestir la camiseta de un club odiado por casi todos en Francia por su desbordante opulencia, llegar a una entidad casi carcelaria de la que es imposible salir o depender de lo que haga una constelación de estrellas para sacar los partidos adelante.
Por todo esto, la libre decisión que tome Wijnaldum en base a sus intereses personales (primando lo económico o por el motivo que sea) no debería ser cuestionable. Que cada uno haga lo que quiera con su carrera, digo yo. Y si el neerlandés prefiere jugar en el Parque de los Príncipes que en el Camp Nou, que lo haga. Y si prefiere “compartir” vestuario con Neymar y Mbappé que acompañar a Leo Messi en sus últimos años de fútbol, que lo haga también. No todos pueden ser Frenkie de Jong.
Iker Lloveras
Colaborador
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