Cuando alguien entra en una dinámica negativa, necesita un punto de inflexión para salir de ella. Una acción, un click con el que revertir la situación. Ese click lo provocó el larguero de una portería del Benito Villamarín. Fue un pequeño ruido metálico, de apenas milisegundos, pero que puede fijar un antes y un después. Trincåo, abrumado y cebado con el infortunio durante meses, vio como un rayo de esperanza relucía en Sevilla tras estrenarse como goleador con la zamarra azulgrana.

El portugués llegó a Barcelona en una de esas operaciones extrañas que marcaron el mandato de Bartomeu. El Barça pagó 31 millones por un joven portugués que empezaba a despuntar en el Sporting de Braga. Un jugador que destacaba por ser un extremo regateador con velocidad y descaro en el uno contra uno, potente en conducción y con buen golpeo desde fuera. Unas cualidades que dejó entrever en su debut contra el Nástic de Tarragona en pretemporada, pero que poco a poco se fueron apagando.

El desparpajo y descaro de sus primeros encuentros fueron desapareciendo hasta el punto de perder la inspiración con el balón en los pies. Su impacto en el juego quedó reducido a la típica jugada “robbeniesca” de recibir el cuero en banda y romper hacía dentro, pero sin terminar en gol.  Además, su toma de decisiones era más errática de lo habitual y, cuando pisaba área rival, la portería se encogía y el portero se hacía enorme. Los pocos minutos que tenía tampoco ayudaban a salir de ese pozo profundo en el que había caído. Su participación en Liga hasta el momento ha sido residual, con cero titularidades y 347 minutos en Liga hasta el momento.

Sin oportunidades en el torneo doméstico, el portugués debía demostrar su valía en la Copa del Rey. En Vallecas, el portugués ya dio una mejor versión. Se le vio más atrevido, interpretando mejor el juego y creando desconcierto en la defensa rival. Ante el Granada, más de lo mismo. Dejó buenos minutos desde el costado derecho e incluso rozó el gol. Fue un disparo potente con la derecha, cuya función hasta la fecha residía en ser la pierna de apoyo. Pero el travesaño le negó el tanto. Sin embargo, cuatro días después, la suerte, el destino, quien sabe, quiso que el larguero mandara el balón dentro. El fútbol, caprichoso, te da una de cal y otra de arena. Quién sabe si este gol cambia el futuro de Trincão en el Barça, pero el click que necesitaba ya ha llegado.

Adrià Regàs @arq1027

Colaborador

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