Escribía Blaise Pascal en el siglo XVII que “es más fácil soportar la muerte sin pensar en ella, que soportar el pensamiento de la muerte.” Algo así resonaba en las mentes de los devotos azulgranas, mientras su equipo se desplomaba de forma estrepitosa ante la contundencia y firmeza bávara. Ese mismo equipo que hace un lustro maravillaba a Europa en Berlín consumando otro triplete glorioso.

Es ahí donde radica el mal de este club. El no saber cuándo parar. El mirar hacia otro lado, aunque el ocaso oscurezca cualquier rayo de luz esperanzador. Fue en Berlín donde arrancó una cuesta abajo dolorosa y sufrida, como el tener que soportar el pensamiento de la muerte. Quizás ahora sería demasiada demagogia recalar en la figura de Cruyff, la persona que cuajó la filosofía más hegemónica en la historia del club y que parece ser antónima a la impuesta por esta junta directiva, pero fue él quién afirmó una realidad que desnuda las carencias del Barça de hoy: “A un futbolista debes renovarle por lo que puede ofrecerte en el futuro, no premiarle por lo que te ha dado en el pasado.”  

Un pasado de gloria y un futuro de vergüenzas. Así se podría sintetizar este lustro iniciado con la gesta europea en Berlín. Desde entonces, abrumadoras goleadas eran las señales de alerta que nos lanzaba Europa para retomar el rumbo de un barco que iba directo hacia la deriva. París (4-0) y Turín (3-0) fueron la primera campanada, recibida por oídos sordos en Can Barça tras la remontada histórica frente al PSG y la espantada de Luis Enrique y Neymar. La de este último, la del astro brasileño, trastocó los planes de Ernesto Valverde, flamante entrenador azulgrana. Se dejó a un lado el estilo característico azulgrana para recurrir a una filosofía más pragmática, instalando al conjunto culé en un 4-4-2 destinado a la mera supervivencia. En un equipo donde la solidez defensiva acaparó los focos que no hace tanto alumbraban al resplandeciente juego ofensivo catalán, los éxitos locales, más propios de deméritos ajenos que de méritos propios, dejaron como anécdota el segundo aviso europeo en Roma (3-0), a pesar de viajar a la capital italiana con una cómoda ventaja en el global de la eliminatoria.

Pero, tal y como recalcaba Piqué al finalizar el partido en Lisboa, “no es la primera, ni la segunda, ni la tercera vez”. Y es que a pesar de acarrear tres sonoras goleadas, el club decidió seguir en las mismas. Mismo modelo y mismo entrenador que en la hecatombe romana, pero añadiéndole estrellas de primer nivel que no tenían cabida en un equipo donde seguía pesando más el pasado que el futuro. Y así llegamos a Liverpool (4-0), con la misma racanería en el juego y la misma venda en los ojos que nos hacía creer que todo sería diferente a los dos últimos años. Anfield despedazó cualquier sueño azulgrana a base de mazazos de realidad: del pasado no se vive.

Eso mismo debió pensar Setién al llegar a mitad de temporada a un club más hostigado por lo extradeportivo que por lo deportivo, y ya es decir. Ante él se presentaba la oportunidad de su vida, y a pesar de que al principio lo intentó, se topó con la férrea negativa de una plantilla aferrada a sus éxitos del pasado. Setién, quién en su presentación alardeo de ser cruyffista hasta la médula, claudicó, pensando más en su bienestar como entrenador que en un futuro más prometedor para el cuadro azulgrana. Sin éxitos locales, cosa que no ocurría desde la temporada del Tata Martino, el Barça se aferró a una Champions atípica, más propia de un Mundial o Eurocopa que de una Copa de Europa. Delante tendría al equipo más arrollador de Europa. El Bayern de Múnich de Hans-Dieter Flick era el claro favorito y no tuvieron ningún pavor en demostrarlo retando a Messi y compañía, pues lo que antes era considerado una osadía y una locura propia de un suicida ahora no es más que simples mofas. Y es que los bávaros no encontraron ningún tipo de resistencia ante el once con más promedio de edad de la historia de la competición, a pesar de que lo qué más pesaba no era la edad, era el pasado. Para más inri, Thiago y Coutinho se disfrazaron de verdugos para darle poesía al asunto y desnudar la realidad de una planificación deportiva nefasta, pues su oposición a la cantera en beneficio de la cartera ha sido uno de los mayores despropósitos de este equipo.

El Barça de Setién murió con un defensivo 4-4-2, lejos del estilo célebre que le llevo a la senda de la gloria en un pasado no muy lejano. De nada sirvieron las advertencias europeas en París, Turín, Roma y Liverpool. Pero algo cambió ayer. Pues durante la aplastante goleada alemana, las campanadas que trataron de avisar a los azulgranas años atrás sonaron más fuertes que nunca, anunciando, ahora sí, una muerte que se lleva mascando desde hace cuatro años. Y es que ayer los alemanes no solo les robaron a los azulgranas el pase a la semifinal y cualquier resquicio de orgullo y dignidad que atesorarán. El Bayern de Múnich hurtó lo más valioso para el barcelonismo: su propia caja de Pandora. Una caja de Pandora que al abrirla ostenta la verdad más cruel: el fin de una era.

Xavi Sánchez @XaviSanchezz

Colaborador

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2 Comentarios

  1. Cesar coraza

    Bien dicho y escrito magnifícamente.
    Resume es sentir d cada Blaugrana q a llorado d alegria por Berlín a llorar d tristeza por el final más feo q emos tenido!!

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  2. Byron Alvarado

    Si es cierto es el fin de una era llena de glorias y ya estaba avisado 4 años antes de esta demoledora y triste historia una directiva llena de fracasos derrochando dinero en exceso y no mirando a la cantera o fuerzas básicas y los jugadores que se compraron se lesionan 2 años, los que no rinden se van préstamo nos hacen goles y mentalidad ganadora gracias por todas esas alegrías que nos dieron por más de 10 años pero es momento de dejar la soberbia y volver a renacer como el club de todos los cules queremos.

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